«Evita, por encima de cualquier circunstancia, la tristeza; que tu alegría no sea fruto de las circunstancias favorables, sino fruto de ti mismo» .
(Periandro)

Mil kilómetros y mil veces la misma historia. Acontece que conduce a lo largo de los días quien equilibra su vida a base de metros, kilómetros, minutos y horas de experiencias que te sumergen en pensamientos infinitos. Quién motiva al motivador y quién inspira a la sensación que inspira al mundo.
Yo no tengo tiempo. Ni la mayor parte de veces las ganas, ni la inspiración ni el cuerpo para recorrer 8 horas de carretera al volante, y después calzarme las zapatillas para seguir persiguiendo un sueño que en muchas ocasiones es un reto personal de ganarme a mí mismo la batalla de superarme. No me considero ejemplo de nada. Mucho menos el mejor en ninguna disciplina deportiva en las que participo. Muchas de las cosas que hago en mi vida las hago para ayudar a los demás a cumplir los sueños lo que sueñan.
Pero quién inspira al inspirador. Y quién crea la creación que mi mente imagina cada vez que me bajo del coche para entrenar cuando no hay fuerzas ni inspiración. Quién me ayuda en los momentos en los que ofreces a los demás tu mejor yo cuando este ni siquiera recuerda hacia dónde se dirige. Uno también tiene promesas que cumplir y senderos a los que recurrir cuando divaga tantas horas al volante. Tantos pensamientos y tantos sentimientos que escribir y tan poco tiempo para recorrer esta vida que nos premia cada segundo en el que vivimos y respiramos.
Cada momento en el que deslizo la pluma es una flecha que se desliza hacia el horizonte. Escribir es como el arco del arquero que dispara su sentimiento que se pierde para siempre, pero alcanza a quienes atrapa al otro lado del mundo. Quién te ofrece un abrazo y te tiende la mano. Quién se preocupa de que yo también avance y luche y trabaje con esfuerzo y dedicación. Quién mueve la pasión que le pongo a todo lo que hago. Quién me levanta cuando discurro por un camino en el que muchas personas no juegan limpio cuando tú sobrepasas todos los límites con trabajo e ilusión. Quién te ofrece la energía cuando más la necesitas. Y quién te da las alas para volar.
Corre y compite, y nunca pienses que la vida premia a quien se resigna. Nadie te regala nada, y muy pocas personas te tienden la mano gratuitamente sin aguardar nada a cambio. La vida es la expectativa constante de no esperar nada cuando entregas a los demás lo mejor de ti. Me llena de satisfacción saber que la dedicación a los retos de todos y cada uno de ellos es pura vocación que te hace dormir sabiendo que sonríen gracias a que te implicas cada segundo en sus vivencias y maneras de avanzar en sus senderos personales.
Yo no soy nadie más que una ilusión que también necesita ilusionarse. Quién motiva al motivador. Y quien ilusiona al ilusionista que enciende una vela para que la llama perdure para siempre. Levántate y anda, y camina siempre hasta el final. Aunque este final no exista. Aunque la vida sea finita y una sola. Aunque no puedas, no te rindas, ni concedas oportunidades a la desilusión. Avanza sin ceder un metro, ni un segundo. Concédele a tu vida el permiso de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Tu existencia perdonará cada error, y tu futuro disparará la ilusión convertida en sueño. Ha vuelto el arquero para disparar su flecha. Esta es la flecha que lanzada hacia los sentimientos cuentan un cuento que es la bonita historia infinita sin final. Esta es la brecha que abre un hueco entre los sueños, y la realidad que persigue soñar hasta el final de los días.
Francisco José Campos Jareño
Brenes, 5 de marzo de 2018