<<Algunas personas crean con palabras o con la música o con un pincel y pinturas. Me gusta hacer algo hermoso cuando corro. Que la gente diga “Nunca he visto correr a nadie así”.>>
Steve Prefontaine
Hasta el último minuto mantuve la alegría de vivir, las ganas de correr aunque no pudiera, y la ilusión por pedalear con la rodilla dolorida de la última caída en competición. Reservé la pluma para un día como hoy, una jornada en la que sólo quien me comprende sabe que yo también puedo sentirme a veces abatido.
No me caí para que me intervinieran la mano. Fue la tumoración ósea benigna en un metacarpo que necesitaba un injerto óseo para fortalecer el hueso la que me sacó de la rutina de trabajar y entrenar. La caída en Valencia fue el punto y aparte para recordarme que yo también puedo competir dolorido. Y después en el Trackman 12h de Tabernas (Almería) subí al pódium con mi ratona con el único mérito de tener a mi lado a la mejor mujer que se puede tener, en los buenos y en los malos momentos.
Es lento, doloroso, y tedioso esto de la recuperación de una intervención así, no lo voy a negar. Me esperaba menos, también. Pero también creía que no lo soportaría, que por primera vez pasaría el tiempo ante mi mirada impasible. Pero recordé de nuevo que si sigo aquí es porque soy de esas pocas personas que alguna vez han llegado a meta tanto en última como en primera posición. No soy importante ni nada de eso, ni tengo un magnífico rendimiento, pero sí un magnífico sentimiento y una mirada que atraviesa las paredes de las grandes personas que alcanzo a mirar con mis ojos.
Hace años que escribo. Tantos como media vida, puedo decir a mis treinta y un años. Y soy de esas gentes que cuestionan lo imposible. Me gusta deslizarme por la sensación de sentir que nunca mereció la pena. Porque realmente al tiempo siempre acabaré pensando que lo que soy es fruto de mantener unas ideas que sólo yo he llegado a compartir muchas veces. La idea se sentirme incansable e invencible para mí mismo.
Admiro la gran educación de mis padres y la entereza y humildad con la que dedican parte de su vida a mantenerme a flote en los buenos y malos momentos. Sin ellos, nunca estas líneas hubieran sido verdad. Ni siquiera me sentiría abatido sin más motivo que sentirme desvalido por una debilidad médica que no he podido controlar. Admiro a mi hermano y mi cuñada por su inmensa disciplina y fortaleza con la que encaran cada proyecto que imaginan y persiguen. Ellos son a veces la luz que no permite que deje de perseverar. Y admiro a mi Laura Jordán por su inmensa valentía, por su seguridad y firmeza ante todo lo que nos encontramos por la vida. Sin su existencia, no sabría haber encontrado esta enorme felicidad que siento a día de hoy, cada día que pasa, y cada momento que paso a su lado.
Conforme escribo, me imagino cómo será el regreso al entrenamiento, a las clases de natación para mi nivel “piedrecita” de la mano de mi gran descubrimiento del año, la magnífica persona y gran entrenador Javier Montero. Recuerdo mi última salida en bicicleta, la del “pase lo que pase porque hoy es el último día” y ya no sabré cuándo volveré. Y retengo en mi mente la última carrera a pie hace ya más de un mes con un dolor insoportable en mi rodilla, la del “maldita sea, ya empezamos”. Y con todo eso casi me fui a la operación con la idea en la cabeza de que no sabía si era ciclista, corredor, triatleta, o simplemente un deportista que mantiene la fe por intentar ser cada día mejor persona, y mejor contrabandista de rendimiento.
Esto del deporte no es que se haya convertido en una forma de vida, sino que en mi vida siempre ha estado presente el deporte y la competición en uno u otro sentido. He sabido perder muchísimas veces, y creo que eso ha sido algo que me ha ayudado mucho a programar metas que poco a poco he ido consiguiendo con el paso de los años. Me ha funcionado eso de estar en activo cuando los demás descansan o simplemente toman cervezas o no hacen nada. El “hijo mío, tú no eres una persona normal” de mi madre creo que reflejó en mí una forma de ser que conlleva sacrificio, pero también mucha felicidad. Y ahora que no puedo mover una mano, pienso, que tengo otro brazo y dos piernas para seguir moviéndome y planificando lo que vendrá después de la recuperación. Es verdad que a veces el inconformismo no es bueno. Pero la pasividad con la que vive la mayoría de la gente del mundo es algo con lo que yo no comulgo. Y vivir para verlas venir es algo que no va conmigo.
Así que aquí estoy dispuesto a empezar la segunda temporada del año cual paquete que avanza para mejorar. Y es que a mí no me va eso de compararme con el resto de personas, ni hago deporte para competir con nadie, sino conmigo mismo. Cada cual tiene sus condiciones de vida, sus facilidades y dificultades intrínsecas a su persona, sus motivaciones y particularidades. El secreto de mi recuperación acaba de convertirse en este momento en el “estoy bien” constante, en el “esta semana vuelvo a los entrenos”. Aunque sea mentira, y aunque no sea posible, siempre será importante que mi corazón quiera poder y sienta que no hay nada que pueda frenarme. Mejorar y perseverar, ese es el lema aunque estés jodido y no puedas hacer nada, salvo sudar sobre el rodillo con una mano enganchada en el acople y la otra pidiéndole a Dios que cese el puto dolor. No es fácil soñar a veces, pero siempre he sido consciente de que después de la tempestad, no llega la calma, lo que llega son los sueños que se hacen realidad. Y yo ya estoy latiendo sin cesar para cumplir el mío.
Francis Campos Jareño
Brenes, Sevilla, 4 de junio de 2017