No la conozco desde hace demasiado tiempo, aunque sí lo suficiente para saber qué es lo que contiene su alma cuando su mirada valiente avanza por entre la vegetación que deja a su paso.
La valentía no es un vocablo cualquiera. Y la suya menos, porque evade siempre la negatividad en favor de la positiva actitud que presenta cuando se sube en la bicicleta, pero también cuando caminamos de la mano y en otros lares de la vida. Y es que ser valiente no es esa verborrea de creerse mejor que nadie. Aunque lo seas, porque ella es muchas veces la mejor, y para mí lo es, y no tiene esa necesidad que tienen otros de hacer ver al mundo lo grandiosos que son. Ella es grande como nadie, y jamás transmite eso ni con palabras ni con gestos.
Agradece todo como un regalo que se ha de abrazar. Si la vida le sonríe, asiente como quien asume en silencio que el éxito forma parte del juego, más cuando se lucha y a veces es a contracorriente. Si la vida le golpea, se levanta, y si le vuelve a golpear se vuelve a levantar. Y nunca comunica la lágrima que después sonríe y sigue peleando.
Sentimiento es poco al lado de lo que siente. Cuando compite enviste una y otra vez para estar delante, para ver el mundo primero cuando asciende al cielo. Y sonríe y vuelve a sonreír a la cámara, a los aplausos y al espectáculo de verla disfrutar sobre las dos ruedas. La gente se pone en pie a su paso. Transmite esa intensa sensación de belleza que flota con la cálida y eterna marejada de los sueños cuando se hacen realidad. Esa es ella, la que elimina el descenso de la tempestad cuando nos quiere tumbar. Y revive una y otra vez, como quien nunca se rinde, aunque la tiente el pulso de quienes miran de reojo esperando el caos.
Humilde donde las haya, como la luz que ilumina la madrugada cuando nos quiere deslumbrar. La sencilla compostura de la campeona que conquista cada paso con el corazón. Cada segundo el vuelo más alto y sus pensamientos como timón. Sonríe tan preciosa y se inunda el mundo de ilusión. Deslumbra el hallazgo de la condecoración, con el título del ganador que reta a la mejor canción.
Grande. Es grande como el sol cuando anochece y se mide en duelo contra la luna para decir adiós. Es grande como el amanecer que se esmera con dedicación. Grande como la vida cuando arrasa todo a su paso con ambición. Alegre como el mar cuando la tempestad lo empuja con furor. Y alegre es su mirada cuando me mira porque me quiere como la quiero yo.
Francis Campos Jareño
Para mi gran campeona, Laura Jordán
Kyoto, Japón. 12 de octubre de 2016