No podemos ser buenos en todo

Francia Campos - Triatlon Olímpico Sevilla septiembre 2016
Francia Campos – Triatlon Olímpico Sevilla septiembre 2016

No podemos ser buenos en todo. A veces incluso no podemos ser buenos en nada. No lo digo yo. Lo dice el vocablo bueno en función de con qué lo que compares.

No se trata tanto de la fiebre de competir empujado por el viento del reconocimiento. Lejos quedaron ya los aplausos. Lejos quedaron los recuerdos de cuando al desvanecerse todo fui capaz de comprender quién estaba y quien no estaba ya en mi vida.

Quizás todo esto no es más que una lucha personal en solitario. Por eso muchas veces no opino. Y callo. Guardo el silencio que me inspira el hecho de haber sufrido tanto derrotas como victorias. Y el hecho de que siga aquí es porque las primeras fueron bastantes más que las segundas.

Pero esos eran otros tiempos. Quizás lo que permanece, la esencia, es lo que perdura con los años. Ese punto alcanzado en el que ya no tienes que demostrar nada. Ese ni siquiera tener que dar las gracias porque has fletado un avión hacia el infinito en el que no viaja nadie más que tú como deportista. A eso me refiero con los likes y las sonrisas que mañana cuando sea un tipo tal vez distinto ya no existan. A estas alturas de la vida sé lo que se espera de mi. La respuesta es: exactamente lo que yo decida.

Y es que la vida no me ha enseñado más que a nadie. Pero sí lo justo para tomar mis propias decisiones y seguir mis propios consejos. Para ello, he pasado largas horas conmigo mismo en los últimos años y nada de esto es pura casualidad.

Lo pienso cuando salgo a entrenar. Cuando planeo un reto. No se trata de ser bueno. Ni se trata de ser el mejor porque en realidad nadie es bueno ni el mejor. La vida no se parametriza de ese modo, porque la verdad absoluta es un hecho que ni existe, y aun existiendo debería nacer siempre de nosotros mismos.

Por eso, la lente con la que miramos no ha de ser nunca ajena, sino la propia luz de nuestra mirada cuando mira hacia delante. Eso es realmente lo único a lo que nos debemos y lo que debiera darnos la felicidad plena. Mañana cuando termine todo sólo estaremos nosotros. Mañana cuando no tengamos nada y las circunstancias puedan ser difíciles veremos desplomarse todo a nuestro alrededor. Ese día llegaremos a la conclusión de que uno mismo es el mejor punto de partida y el mejor encuentro con la felicidad eterna. La propia expectativa es la que cuenta, la de cerrar los ojos y luchar por los sueños, la de abandonar la superflua mirada que sólo te abraza durante el éxito.

La soledad es solitaria pero fiel. Y el éxito es una de las cosas más efímeras que conozco. Y dentro de esa poca constante vivencia personal encontraremos mentes que cabalguen a nuestro lado durante la victoria. Las mismas mentes que al frenar nuestro paso desertarán. Las mismas que ayer al despertar ya no estaban. Las mismas que me han traído hasta aquí. Hasta este punto en el que me basta cruzar la línea de meta para deberme a mí mismo justamente la humilde manera que tenemos de soñar los eternos corredores de fondo. Los que somos capaces de amar en cualquier circunstancia, más o menos favorable. Los que nunca desertamos ni exigimos nada salvo la sonrisa. Los que demostramos avanzando y con el paso de los años abrazamos con más fuerza. Confiamos en nosotros y en lo que amamos. Me alegro de haber cruzado esta meta. La soledad del corredor de fondo no es un sentimiento común ni accesible a cualquiera. Volveré a pensarlo cuando me calce las zapatillas a miles de kilómetros para volver a este punto de inicio. No podemos ser buenos en todo. Pero podemos sonreír cada vez que lo intentamos en silencio.

Francis Campos Jareño

8 octubre – Brenes, Sevilla