Un fuerte dolor en el pecho me deja inmóvil sobre la camilla. Tengo el cuerpo completamente bloqueado. Hoy es una de esas veces en que la derrota, además de amarga, es justa.
Salgo de la reunión con las manos en la cabeza y el gesto de preocupación. Estoy completamente fuera y el problema es que la situación difícilmente se puede revertir. Al salir de la oficina todo se nubla porque el resto ni acompaña ni lo hará. Hoy es de esas veces en las que no te planteas nada porque no hay nada que plantear.
Camino hacia San Pablo con la cabeza fija en el frente. Cuando encuentro el hueco para entrenar, aprendo que las nubes siempre dejan paso al sol, y que pase lo que pase, el futuro tendrá un significado digno de las personas que pierden con honor.
A veces no es fácil de explicar, pero cuando uno mantiene un tipo de vida es porque es realmente feliz o le compensa serlo. Si moderadamente mira hacia otro lado, es porque esa persona necesita perseverar y nunca está conforme con el resultado. Cuando está es porque ama, pero nunca se queda presente sin amar. Nunca me gusta pensar en lo que podría pasar, pero sé cuándo una mirada miente o dice la verdad. En ese instante en que entro en la pista de atletismo siento que durante el día, la corbata bien ajustada con una buena sonrisa aporta un poco más de felicidad al final de mis días. Y cuando me ato las zapatillas hago lo más fácil de esa jornada, que es ponerle el broche de oro. No porque siempre tenga días geniales, sino porque siempre los acabo bien aunque me derriben.
Trabajar en la calle me ha enseñado dos cosas. La primera es ser educado y coherente con lo estipulado. La segunda es no darme nunca por vencido. A veces me da por pensar que evidentemente es menos malo el esfuerzo que el desprecio, porque lo primero es individual y lo segundo con los demás. Y entonces me digo, quién me da el millón de euros que tengo que vender. Quién me levanta los días en que oigo gritos al amanecer, o cuando me borran el contador y tengo que empezar desde cero para sumar otra vez. La vida puede llegar a ser muy compleja, pero si fuera plana no la soportaría.
Comienzo a rodar para calentar. Nacer con estrella nace quien tiene el cielo, pero los que caminamos, luchamos por un modo de vida que se sostenga más allá de la fuerza finita de nuestro cuerpo. Porque la mente y el corazón son inagotables cartuchos que perduran en el tiempo. Por eso, ser feliz es un reto que reúne también un trozo de nuestro corazón.
No puedo moverme en este instante.
No puedo levantarme
Ni puedo caminar.
No pude ayer ni tres días después. Pero no pasa nada. Aún me queda ese trozo de corazón.
Corro mientras puedo, mientras aprieto los dientes y me enorgullezco una vez más de estar dando pasos hacia delante con las circunstancias que llevo bajo el brazo. Esas que sólo conoce quien me conoce bien. Quien día a día se encuentra con mi sonrisa desde el primer despertar. Y entonces me topo con este mensaje. “Lo que tú haces, es de buena fe. Las intenciones tuyas siempre son buenas…”. Es como la miel del café, que endulza los días tristes en los que también hablo de cosas buenas. La prisa dejó de existir. Y pienso en mis retos. También me preocupan excesivamente las personas que me rodean y que han sabido estar a la altura cuando me he sentido noqueado. Creo que son ellos los que me mueven cada día a levantarme y perseverar.
Porque al fin y al cabo, una crónica no sirve de mucho si lo que escribes no lo sientes. Ya no es cuestión de apariencias. Porque yo también soy comercial y tengo que vender. Pero también escribo versos que yo solo leo, y también me muerdo la lengua para no expresar lo que siento que podría regalar pero que nadie se merece.
La vida es una cuestión de prioridades. Y al fin y al cabo el éxito no deja de ser una parafernalia que escapa a nuestro control. Lo sé porque quizás aún no sé lo que es ni quiero saberlo. Pero lo he visto pasar de cerca. Lo he tocado cuando lo tenía casi todo y decidí quitar el casi. La vida es también una apuesta arriesgada que provoca sonrisas pero también heridas. Estas pueden curarse, pero las sonrisas hay que cultivarlas, y dedicarlas, aunque no las quieran, aunque la mejor de todas la guardes para mañana, o para pasado, o la lleves contigo hasta el último día. Pero lo importante es eso, renacer y revivir, y sufrir en silencio con el corazón acelerado la mediocridad aparente y los errores que se ven, porque quien sepa valorar tu esfuerzo por traspasar todas esas barreras, sabrá encontrar ese trozo de corazón que no pertenece a nadie.
Hallaremos días en los que todo se venga en contra, y días en los que una voz te haga alzar el vuelo. Es incuestionable que los hallazgos nunca son fruto de la espera del ayer, sino de la esperanza de lo que vendrá mañana. Encontrar y encontrarse no es un cúmulo de sentimiento en ocasiones volátil, sino la volatilidad de las palabras encadenadas que claman con honor que verdaderamente no necesitamos a nadie para respirar. Porque amaneceres en los que la alarma es tu canción favorita y los momentos de ensueño imaginados en ese primer minuto, significan que la pureza de existir se basa únicamente en los abrazos y los besos que no pueden verse en la oscuridad efímera.
Es la primera luz de la mañana la que señala nuestro rumbo. La que nos hace valorar la estructura vital de nuestro caminar, la que nos hace abrir la mano para agarrar con fuerza lo de que de verdad ansiamos. A esas personas para quien ser especial tiene el inevitable significado de ser único en el segundo que dura una mirada. Y entonces por tercera vez visualizamos el objetivo. Ese que se escapó y que nos aplasta contra el suelo. Y al clavar la rodilla contra el mundo, es cuando levantamos la mirada para repetirnos una vez más que no es necesario competir para ser esencial, ni cambiar para agradar. Quizás porque la soledad con uno mismo es el lugar donde fabricamos lo que somos para nosotros y para los demás. Y cuando no está permitido abandonar porque no podemos ganar, también será imposible pedirle a una estrella que deje de brillar…
Francis Campos Jareño
Sevilla, 21 de abril de 2016
Fantástico !!!!muy bien escrito y expresado,leerte es pasar un buen rato e intentar que los renglones no se acaben,enhorabuena